Desencantos en flor

A Marcial le duelen antiguas cicatrices del alma. Procura aliviarlas al son de su bandoneón, pero su intento desfallece en el gemido del fuelle.
Sale a la calle buscando disipar las brumas de su soledad. Camina el atardecer con urgencia de noche, lleva en su andar cadencia de barrio.
En la esquina, una calesita le refleja la infancia. Desde lejos, un eco de conventillo le pone voz a su memoria. Un rumor de tranvía acompaña sus pasos. Lleva en andar la identidad del arrabal.
Ama amar. Y su amor perdido tiene nombre de percanta.
Llega a un bodegón que lo espera con promesa de alivio. Se acerca a la barra y con la voz ronca pide un tinto.
Con ojos de anhelo recorre el lugar. Cree ver un gesto hospitalario en los ojos de una muchacha. Entre sorbos de vino le ofrece un diálogo. Ella acepta, con respuesta de milonga.
Comparten la charla entre desencantos en flor. De fondo, un tango los acompaña mientras la botella se entrega sin resistencias.
Sin decir mucho pactan el momento. Y con una esperanza en ciernes… se pierden en la noche.