Día del padre

Cada día del padre, Jorge se acerca hasta la casa en la que vivió junto a su familia. Es su manera de recordarlo, de charlar un ratito con él.
Su padre fue un hombre de muchos silencios, pero muy elocuente en su conducta. De todos los momentos compartidos recuerda los mates que tomaban los domingos a la tarde, mientras escuchaban por la radio el partido que jugaba Rosario Central.
Tal vez por la magia del futbol, que moviliza emociones, o porque elegía ese momento, la conversación era más fluida. Junto a cada mate viajaba la conversación, y si había un gol de Central compartían un abrazo. Para Jorge, esto último resultaba una doble celebración.
Hoy llega hasta esa casa cargando con una serie frustraciones en su intento de llevar a buen puerto un proyecto muy anhelado. Esto lo ha llenado de dudas provocándole un gran desaliento. Siente que está persiguiendo un sueño que resulta imposible de alcanzar y que no será suficiente con su empeño.
En esta visita recuerda aquella conversación que cuando él tenía doce años tuvieron al final de un partido, el del domingo que Central le empató como visitante el clásico a Newell's con un gol sobre la hora. El sueño de salir campeones le parecía inalcanzable. Se lo dijo y comparó esa ilusión con la esperanza de sacar la lotería que tenía su padre
Durante muchos años, el padre de Jorge compró un billete cada viernes. Siempre en el mismo kiosco, siempre el mismo número, siempre con la misma ilusión.
Aquella tarde le preguntó por qué insistía en comprar el billete si nunca ganaba nada. Su padre se quedó un rato en silencio, mirando por la ventana, y después le dijo:
—A lo mejor ya gané algo.
Jorge le dijo que no entendía que quería decir con eso.
Su padre le acarició la cabeza y le comentó:
—En una de esas, la verdadera ganancia no es sacar el premio… sino poder soñar con que lo voy a ganar.