Fragmentos

Me acuerdo de los estruendos de aquella lejana tarde en la plaza, cuando era un niño pequeño.
Me acuerdo de los cuentos de exilio que me contaban en verano a la sombra del árbol de mandarinas
Me acuerdo de los juegos infantiles en la calle de tierra y de cómo robábamos granadas del árbol que había en la casa de la francesa, mientras ella simulaba no vernos.
Me acuerdo de que a los catorce años me escapé de mi casa con el afán de sumarme a una revolución, la aventura culminó a los siete días cuando regresé a dedo, muerto de hambre y con la cola entre las piernas. Ahí empecé a entender que muchas veces el ideal no es lo ideal.
Me acuerdo de las noches de estudio en la pieza de la pensión, con el bram metal calentando el ambiente y la cafetera humeante. En bastantes ocasiones los libros quedaban en la soledad de un rincón y nosotros andábamos por otros caminos.
Me acuerdo de las veces que regresando a mi pueblo me sentaba en la sala de espera de la estación y le preguntaba a la gente adonde le gustaría viajar.
Me acuerdo del verano del setenta y tres en la plaza, cuando felices echábamos a volar nuestros sueños.
Me acuerdo de cuando trabajaba en el diario y cada vez que escuchaba los relatos de Don Armando me soñaba escritor. Todavía me sigo soñando...