La sombra en el banco

15.08.2024

Aquella tarde, al marcharse de la plaza, se sentía como el frágil vuelo de una hoja, que, al desprenderse de la rama, acompaña su incierto viaje con el recuerdo del perfume de la flor.

Nunca supo por qué giró la cabeza justo antes de doblar la esquina. La plaza quedaba atrás, silenciosa y desierta, pero en el banco donde minutos antes él había estado, ahora parecía haber alguien. No se atrevió a volver del todo. Apenas entrecerró los ojos como si eso bastara para enfocar una duda. Podría haber sido una ilusión. Lo torturaba el recuerdo de esa flor que no había visto

El siguiente paso lo dio sin pensarlo, y enseguida detuvo su marcha, como si su cuerpo y pensamiento estuvieran en desacuerdo. Finalmente se dirigió a la plaza. Cuando llegó al banco, el suyo, el de siempre, el que le daba la bienvenida con una sonrisa dibujada en el respaldo estaba vacío. Pero había algo en él. No una presencia, sino una sombra doblada cuidadosamente sobre el respaldo, como si alguien la hubiera dejado ahí olvidada. No se atrevió a tocarla.

Se sentó nuevamente, con cuidado, para no molestar a la sombra; sospechaba que si lo hacía eso iba a incomodarlo también a él. Tomó del piso una ramita de árbol y comenzó a hacer un dibujo en la tierra. Cuando terminó lo miró y descubrió que era un corazón con su inicial y puntos suspensivos, faltaba la otra inicial. Entrecerró otra vez los ojos, tratando de despejar la horrible duda que lo había asaltado.